LENTEJAS de Tina

Ingredientes (proporciones)
1ª parte
1/2 Kg de lentejas pardinas
1/2 cebolla muy picada
1 ó 2 dientes de ajo
1/4 aceite de oliva
2 hojas de laurel
1 cucharada (postre) de pimentón dulce
Agua

2a parte
2 pastillas knorr vegetal
1 pimiento verde
1 patata grande troceada
(1 chorro de vinagre)

Modo de hacer

Se ponen en frío, en la olla, todos los ingredientes de la 1 parte. Agua cubriendo las lentejas. Se pone a hervir y luego a cocer a fuego lento. Cuando las lentejas están ya hirviendo y cociendo se las "asusta" echándoles un vaso de agua fría, lo cuál rompe la cocción y hace que luego la legumbre sea más digestiva sin molestias ni flatulencias.

Cuando la lenteja ya está blanda se añaden los ingredientes de la 2a Parte. La patata troceada, las pastillas,de caldo vegetal y el pimiento verde entero. Cuando el pimiento está cocido lo sacamos, lo pasamos por pasapurés y lo añadimos.

El chorro de vinagre al final, Tina no lo añade, pero es recomendable, no sólo por el sabor que le aporta a las lentejas, sino porque el ácido del vinagre, nutricionalmente hace asimilable el hierro de las lentejas.

Historia en la familia
El plato favorito de Marta, son las lentejas. De pequeña, si alguien le preguntaba que a qué iba a invitar para merendar a sus amigos en su cumpleaños, ella respondía sin dudar "¡a lentejas!" y le parecía lo normal, puesto que era lo que más le gustaba a ella. Su madre (Mary) las preparaba muy ricas de una manera diferente a Tina, en olla express, pero también sólo con verduras, poniendo a parte el chorizo escaldado, (de los de Frimols de Molinaseca que en casa eran los habituales), y dejando así que cada uno se añadiera el chorizo que quisiera en las lentejas, pero sin prepararlas con él dentro.

Al vivir Marta en Madrid, desde 1993, y sobre todo a partir del año 2003, Marta visitaba a Tina una vez a la semana, o cada quince días (según su trabajo le permitiera, ya que Tina y su familia se van los fines de semana a Valdelaguna). Tina, sabiendo la afición de Marta a las lentejas se las ponía siempre que podia. A partir de octubre de 2007, y ya faltando Mary, las lentejas más ricas y con sabor familiar que Marta come son las que Tina le ha seguido preparando estos años también.

Así, en cada visita, con buena comida casera, conversación (alguna que otra discusión y debate sobre política y demás temas de actualidad), algunos mimos y recuerdos compartidos, y unas cuantas risas, la vida y la semana se hace más amable, especial y llevadera.

ALMENDRADOS DE LAS PELAYINAS


Ingredientes (proporciones)

1 kg de almendra molida
¾ KG de azúcar blanca
4/5 huevos batidos


Modo de hacer

Si no se tienen las almendras ya molidas, se preparan partiendo las almendras y escaldándolas en agua para pelarlas una a una, se secan unos 10 minutos extendidas en una de las bandejas en el horno, con cuidado de que no se cuezan y luego se muelen en molinillo de almendra especial.

Se mezcla en un bol o palangana grande la almendra, el azúcar y los huevos batidos de manera que quede todo muy mezclado y una pasta muy espesa. Se forra una bandeja de horno con papel de horno y se van poniendo cucharadas de esa masa que quedan como bolas de forma abstracta.

Se mete al horno que estará precalentado al máximo y se hornean 5 minutos o máximo 10 y se sacan cuando están dorados. Se dejan enfriar y se colocan en cajas de latas o botes grandes de cristal para ir comiéndolos cuando nos apetezca. Es muy importante no tocarlos hasta que estén del todo fríos porque se rompen.

Historia en la familia

Esta es una receta original de los árabes, pero que llegó a la familia en Campo, donde la Abuela Jesusa los aprendió a hacer y pasó así la receta  a sus hijas (“las pelayinas”). Desde entonces en la época de otoño/invierno, cuando las almendras están listas, se ha hecho siempre en la familia.

En la casa de Tina y Eustaquio la hacían hace muchos años con sus propias almendras, porque en Valdelaguna, donde tienen una casa hay almendros y Tina le daba de vez en cuando estas almendras a Mary y a otras hermanas si había ocasión.

En nuestra casa, Mary preparaba las almendras como se indica arriba y normalmente era Eduardo el que le ayudaba siempre a molerlas con un molinillo especial para esto, azul de hierro que se encajaba en la mesa de la cocina y para el que hay que tener bastante fuerza. De ahí que fuera Eduardo, Isi o algún otro hijo el que ayudara a preparar las almendras.

Hay una anécdota graciosa de los almendrados y es que a Isidoro padre le gustaba ya mucho coger de esa almendra molida según estaba lista. Pero en una ocasión al llegar a casa, además de haber almendra molida preparada para los almendrados, también había en un envase detergente molido, que por aspecto y textura se debía parecer bastante. Isidoro cogió de ese detergente y se puso un buen puñado en la boca pensando que era almendra molida, y con las consiguientes risas de Mary y de toda la familia porque lo han seguido contando muchos años.

HUEVOS RELLENOS CON SALSA BOLOÑESA de Tía Adela



Ingredientes (proporciones)

8 huevos (4 personas)
1 huevo para rebozar
Harina para rebozar
Aceite para freír

RELLENO (Bechamel)
1 cucharada de harina
50 gr de mantequilla
½ litro de Leche
1 pizco de sal

SALSA
1/2  Kg de carne piada (mitad cerdo y mitad ternera)
1 bote de 1Kg de tomate natural triturado
1 cebolla
1 pimiento verde
1 diente de ajo
1 pizca de perejil
Aceite
Azúcar
Sal

Modo de hacer

Se cuecen los huevos el día anterior. Se pelan y cortan a la mitad longitudinalmente, reservando las yemas a parte.

Se prepara una bechamel espesa poniendo una cucharada de harina a tostar con mantequilla (removiendo con cuchara de palo para que no se pegue y quede tostadita). Se va añadiendo la leche poco a poco y removiendo mucho para que no se hagan grumos, pero asegurándonos de que quede la bechamel más espesa que si fuera para salsa. Se echa un poquito de sal y se deja enfriar.

Una vez fría la bechamel, se añaden todas las yemas de los huevos picadas y se mezcla bien. Se reserva la yema de 1 huevo o de un 1 huevo y medio para decorar al final.

Con esa mezcla se rellenan las mitades de los huevos haciendo la forma de un huevo completo. Con cuidado se rebozan en harina y huevo batido y se fríen en aceite de oliva bien caliente. Vamos sacando los huevos doraditos y los reservamos en una fuente.

Por otro lado, preparamos una salsa de tomate y carne (estilo boloñesa pero a la española) que puede haberse preparado también el día de antes. Se prepara haciendo un sofrito de cebolla muy picada, pimiento y un diente de ajo. Cuando todo está doradito se añade la carne picada y se fríe con ello mezclando bien. Al rato se añade el tomate y se remueve y deja cocer un buen rato todo junto, cuidando de que no salpique mucho y no se pegue. Se añade un pizco de perejil muy picado y probamos para rectificar la sal y añadiendo un poquito de azúcar (que se añade para que rectificar la natural acidez del tomate, que puede resultar fuerte para el estómago).

Se sirven los huevos templados aún, en una fuente con la salsa bien caliente. Se espolvorea por encima las yemas reservadas y pasadas por el pasapuré para que queden bien moliditas y bonitas.

Se pone a parte más salsa para que cada uno se añada lo que quiera. Algunos pueden espolvorearlo de queso rallado como si fuera pasta o con queso cremoso sobre la fuente y gratinar. Pero eso ya son variaciones a la receta original. Es un plato que si sobra se puede usar perfectamente. Y si sobra salsa siempre se puede preparar un plato de pasta con ella.

Historia en la familia


Este es un plato que Mary puso muso en casa y que nos gusta a todos. Es un plato de fiesta por eso se ha puesto más los domingos o días de celebraciones (cumpleaños, días del Padre, de la Madre…) La receta llegó a la familia recién casada Mary con Isidoro en 1960 que enseguida la empezó a preparar. Pero es una receta que la hermana de Isidoro, Adela González Alonso (Tía, como la llamamos en nuestra familia) copió de una boda a la que asistió en el año 1952 en el Hotel Moderno de Astorga. La boda era la de Rosalina Rionegro (hermana de Pepita Rionegro, amiga de Adela) y Tía asistió aún de luto, pues su madre (la abuela Paca) había muerto en 1950 con 47 años. El plato les gustó tanto que mientras lo preparaba la cocinera Tía apuntó la receta y así llegó a nuestra familia. Sigue siendo un plato muy rico y con muy buena acogida en casa, y una vez fallecida Mary (12/9/2007), Tía lo ha seguido preparando para nuestra familia y nos ha contado su historia.

CHICHARRO ENPEREJILADO AL HORNO DE TINA


Ingredientes (proporciones)

2 chicharros grandes
Un buen puñado de perejil fresco.
1 litro de aceite de oliva
Sal
3 ó 4 patatas grandes en rodajas

Modo de hacer

Se lavan y limpian muy bien los chicharros, se adoban con sal y se colocan en una fuente para el horno. Con un poquito de agua en el fondo.  

Se prepara la salsa picando mucho perejil (sin sus rabos) en un mortero y se añade aceite en crudo de oliva (hasta medio litro), ligándolo todo y se vierte esa mezcla por encima del pescado, por dentro de él y cubriéndolo todo.

A la vez hemos pelado y cortado las patatas en rodajas de medio dedo mínimo de grosor y las freímos en aceite de oliva a fuego no muy fuerte, para que queden un poco fritas sólo.

Se mete el pescado al horno a máxima temperatura y a los 5 minutos se baja un poquito el fuego. Se hornea durante 15 minutos. Antes de que esté listo (unos 5 minutos antes) se le añaden las patatas semifritas para que se horneen esos últimos 5 minutos con el pescado en perejil. Y una vez listo se sirve en la misma fuente.

Historia en la familia

La receta es muy simple y muy sana y se la inventó Tina (Argentina Marisol), porque dice que como es poco cebollera (le gusta poco la cebolla) no quería preparar un pescado al horno con cebolla. Tampoco lleva ajo, porque dice Tina que ha escuchado en la radio y en la tele a los buenos cocineros que los pescados azules no deben llevar ajo (los blancos sí). Es un plato que en su casa gusta mucho y que con las patatas es un estupendo plato único muy completo y sano.

En casa de Tina, algo que es muy comentado es su gusto por la sal. Ella ya lo sabe y se ríe, le gusta cocinar así. Tanto es así lo de la sal, que Tarín, el marido de Guillermina decía que en esa casa nunca faltaba dinero para la sal.  Tina se ríe y nunca se molesta y siempre dice que la que mejor cocinaba de sus hermanas era Mary. Pero ella, que dice que no le gusta tanto la cocina, también cocina muy rico y con el sabor de la familia. Marta es la mayor fan de sus lentejas y ella se las prepara casi siempre cuando va a verla y a comer a su casa en Madrid. Y por supuesto, su paella es la mejor de la familia, algo indiscutible.

MEJILLONES AL VAPOR CON LA SALSA DE MARY


Ingredientes (proporciones)

Calcular una docena de mejillones por persona
½ ó 1 vaso de agua
2 ó 3 hojas de laurel
1 ó 2 limones
 
SALSA
½ ó 1 de cebolla muy picadita
1 cucharada de aceite de oliva 0,4

1 chorrito de vino blanco (opcional)
1 cucharada de harina
1 cuchara de café de pimentón de la vera (mitad picante y mitad dulce)
Jugo de cocer los mejillones

Modo de hacer


Lavar muy bien los mejillones bajo agua fría, raspando y limpiando muy bien las cáscaras ayudándonos de un cuchillo de pico que también nos ayudará a quitar las “barbas” agarrándolas con el dedo pulgar y el cuchillo y de un solo tirón seco y fuerte.

Poner en una olla grande o cazuela grande el agua con el laurel y cuando hierve poner  los mejillones ya limpios y tapar y cocer tan sólo unos 3 ó 5 minutos, hasta que se abran. Una vez abiertos retirarlos, quitarlos del fuego y reservar colocándolos en una fuente y retirando las conchas vacías.

Para preparar la salsa de Mary ponemos en un cazo alto de acero o antiadherente el aceite a freír y echar la cebolla muy picadita, lo más picada que se pueda,  para que fría a fuego medio/alto. Cuando ya esté doradita añadimos la cuchara de harina y removemos con una cuchara de madera para que se mezcle con la cebolla y con cuidado de que no se queme…. Y vamos añadiendo jugo de cocer los mejillones poquito a poco y ligando la salsa con cuidado de que no salgan grumos. A esa salsa que ha de quedar en textura cremosa ligera, añadimos el pimentón y probamos para ver cómo está de sal (el jugo de los mejillones suele estar salado, por eso es bueno rectificar y revisar la sal, añadiendo agua común para igualar en caso de estar muy fuerte de sal).

Si se quiere se puede añadir un poquito de vino blanco (chorrito) a la cebolla pochada y dorada, y cuando se evapore ese vino continuar con la receta añadiendo la harina…etc.

Se sirven los mejillones aún calientes y con la salsa a parte y unos limones cortados en 4, para quienes quieran tomarlos también sólo al vapor y con limón.


Historia en la familia

Los mejillones son ricos en hierro y un plato que siempre nos ha gustado mucho a todos. La salsa de Mary cuando éramos más pequeños no nos gustaba, y sólo  tomábamos los mejillones con un chorrito de limón. Pero luego supimos apreciarla y nos interesamos por cómo se preparaba. Generalmente se preparaban muchos mejillones poniéndolos de primer plato pero a veces, si eran muchos, incluso sólo de plato único. Los mejillones han de ser de buena calidad y carne grande, y sólo al vapor con laurel ya deben de estar ricos. 

La salsa de Mary (receta que aprendió de la madre de Tarín, que era cocinera en el Casino de Ponferrada) era indispensable y le complementa muy bien a los mejillones, no disfrazando su sabor, sino aumentándolo.

Los mejillones además nos recordaban a los enormes mejillones que hemos comido toda la familia, en compañía a veces de nuestros tíos José Luis y Fina en el pueblo de Lorbé, (La Coruña) recién cogidos de las bateas.

Además, en casa, siempre que había pescado o marisco, Papá Isidoro nos contaba alguna anécdota de cuando él era pescadero y tenía pescadería y cuando traía el pescado desde la Coruña o cuando trabajó temporalmente en Madrid también de pescadero (como tantos ‘maragatos’ que aún trabajan en pescaderías en la capital).

CONSOMÉ O CALDÍN CASERO de Mary



Ingredientes (proporciones)


1 carcasa de pollo (esqueletos)
1 hueso de jamón (mejor si es codillo)
1 hueso fresco
1 cebolla grande
1 pimiento verde
Unas ramitas de perejil

Para guarnición
2 ó 3 rebanadas de pan de hogaza de otro día.
2 huevos cocidos.
O unos puñados de fideos, lluvia o letras de pasta.


Modo de hacer

Se pone en una cazuela grande la carcasa, los huesos, la cebolla troceada en 2 ó 3 trozos grandes, el pimiento sin pepitas y trozos grandes, el perejil suelto sin más y se añade agua a cubrir. Se pone a cocer durante 4 ó 6 horas (se puede usar también olla express).

Una vez cocido todo, si el codillo se puede aprovechar para desmenuzar y hacer unas croquetas o comer sin más, se aprovecha. Si no se cuela todo y se tiran los ingredientes que ya han soltado todo su jugo. 

Se deja el caldo enfriar y reposar y una vez frío se quita la capa de grasa que queda en la superficie, para que el caldo sea desgrasado y más sano.

Se puede servir sólo o acompañado para añadir al gusto de picatostes o cuscurros (pan de otro día, cortado en cubitos pequeños y frito) y huevo cocido picadito. O se le puede añadir también pasta alimenticia fideos, lluvia o letras y otras formas divertidas, si es para las más pequeñas de la casa.

Historia en la familia


No hay nada como un rico caldín o consomé para revitalizar el cuerpo en un día de frío o cuando uno no se encuentra bien. Generalmente se ha hecho para aprovechar restos de carne (pollo sobre todo) y se ha puesto como primer plato en muchas ocasiones, generalmente domingos y días de fiesta, pero también sábados y días de diario. Siempre que alguien ha estado malo con gripe, catarro o mal cuerpo, se ha usado mucho como revitalizante. Por eso fue uno de los platos más usados cuando Isidoro fue operado en 2004 y cuando tuvo que luchar con dificultades en la alimentación desde 2010. Este caldo ha sido llamado por Isi,  con humor cariñoso, como “caldo del amor” porque se ha preparado para cuidar y curar al enfermo (Isidoro padre) y porque había que dedicarle muchas horas de cocción al prepararlo. Al hacerlo, eso sí, se preparan al menos 2 litros y aunque se cuece en tanto tiempo cunde y dura mucho. Si pasan varios días y no se consume es recomendable darle un hervor, y esto suele alargarle aún más el tiempo de consumo en perfecto estado.