Ingredientes (proporciones)
1 kg de almendra molida
¾ KG de
azúcar blanca
4/5
huevos batidos
Modo de
hacer
Si no
se tienen las almendras ya molidas, se preparan partiendo las almendras y escaldándolas
en agua para pelarlas una a una, se secan unos 10 minutos extendidas en una de las bandejas en el horno, con cuidado de que no se cuezan y luego se muelen en molinillo de almendra
especial.
Se
mezcla en un bol o palangana grande la almendra, el azúcar y los huevos batidos
de manera que quede todo muy mezclado y una pasta muy espesa. Se forra una
bandeja de horno con papel de horno y se van poniendo cucharadas de esa masa
que quedan como bolas de forma abstracta.
Se mete
al horno que estará precalentado al máximo y se hornean 5 minutos o máximo 10 y
se sacan cuando están dorados. Se dejan enfriar y se colocan en cajas de latas
o botes grandes de cristal para ir comiéndolos cuando nos apetezca. Es muy
importante no tocarlos hasta que estén del todo fríos porque se rompen.
Historia
en la familia
Esta es
una receta original de los árabes, pero que llegó a la familia en Campo,
donde la Abuela Jesusa los aprendió a hacer y pasó así la receta a sus hijas (“las pelayinas”). Desde entonces
en la época de otoño/invierno, cuando las almendras están listas, se ha hecho
siempre en la familia.
En la
casa de Tina y Eustaquio la hacían hace muchos años con sus propias almendras,
porque en Valdelaguna, donde tienen una casa hay almendros y Tina le daba de vez
en cuando estas almendras a Mary y a otras hermanas si había ocasión.
En
nuestra casa, Mary preparaba las almendras como se indica arriba y normalmente
era Eduardo el que le ayudaba siempre a molerlas con un molinillo especial para
esto, azul de hierro que se encajaba en la mesa de la cocina y para el que hay
que tener bastante fuerza. De ahí que fuera Eduardo, Isi o algún otro hijo el
que ayudara a preparar las almendras.
Hay una
anécdota graciosa de los almendrados y es que a Isidoro padre le gustaba ya mucho
coger de esa almendra molida según estaba lista. Pero en una ocasión al llegar
a casa, además de haber almendra molida preparada para los almendrados, también
había en un envase detergente molido, que por aspecto y textura se debía
parecer bastante. Isidoro cogió de ese detergente y se puso un buen puñado en
la boca pensando que era almendra molida, y con las consiguientes risas de Mary
y de toda la familia porque lo han seguido contando muchos años.